XXI Himno a la Belleza

El poema pertenece  –Alain Verjat, en Cátedra, pág. 141–  al fondo más tardío del libro: habla el poeta maduro que ha superado el satanismo y el gusto morboso de la generación de 1830. Le atrae el horror porque constituye una metáfora dinámica del Infinito (resulta interesante leer –en la nota de la misma página– el comentario que hace el propio Baudelaire en su Diario íntimo sobre su propia definición de la Belleza). Este himno ilustra a la vez el “platonismo de Baudelaire”, para retomar la expresión de Marc Eigeldinger, y su contrario (inversión, trastorno). El poema refleja la incertidumbre de Baudelaire ante el misterio de la belleza. Se trata de un canto, de una suerte de himno religioso. La Belleza es manifestación de lo Sagrado, pero la naturaleza de lo Sagrado permanece oculta.

            Está compuesto por veintiocho versos alejandrinos (todos ellos con cesura medial tanto en su original francés como en esta traducción) dispuestos en siete estrofas de cuatro versos cada una (inicialmente con rima consonante y disposición alterna, por lo que se trata de serventesios alejandrinos: 14A, 14B, 14A, 14B ).
            Desde la primera palabra (“Vienes”) advertimos que el  yo lírico se dirige a un claramente identificado: se trata de la Belleza. Esta fuerza inicial es aprovechada por el poeta y remarcada insistentemente hacia ese con estructuras paralelísticas añadidas:
« Viens-tu   du ciel profond   ou   sors-tu           de l’abîme?          (verso 1)
Sors-tu     du gouffre noir    ou   descends-tu      des astres?          (verso 9)
Tu contiens       dans ton oeil...                                                   (verso 5)
Tu marches      sur des morts... »                                                 (verso 13)

             Al centrar nuestra atención en la globalidad de las cuatro estrofas de la primera parte, se advierte esa alternancia incluso en la modalidad oracional: el primer verso de las estrofas primera y tercera es claramente interrogativo, mientras que el resto de los versos junto a las estrofas segunda y cuarta son afirmativas, pero en un tono casi recriminatorio:
« Tu mirada infernal ... vierte...  el crimen …                   (verso 2-3)
vas al azar sembrando la dicha y los desastres…             (verso 11)
Caminas sobre muertos...  de los que ríes                         (verso 13)
… el Homicidio danza en tu vientre orgulloso. »              (versos 15-16)
           
La quinta estrofa, a modo de transición, destaca el símbolo de una polilla (cegada tal vez por la luz) que se ve atraída por esa llama o candela a la que ensalza: se cierra la estrofa con un amante y su amada, que son comparados macabramente con un moribundo y su tumba que acaricia. Esta inopìnada relación entre el amor y la muerte anuncia el contraste con el que se inicia y se cierra la parte final del poema:

            El emparejamiento de términos antitéticos se acumula entre preguntas retóricas (v. 21-25) y alguna exclamación imprecativa (v. 22): Infierno/Cielo, Belleza/Monstruo, Satán/ Dios,  y más sutilmente: instantes (v. 28) / infinito (v. 24),  leves (v. 28) / enorme. El himno se cierra con la asunción por parte del  yo lírico –ya poeta tal vez desde el principio–  de esa Belleza tan voluble o desconocida (1.), pero tan necesitada pues logra percibir el mundo más hermoso (“menos horrible”)  y el tiempo menos duro (“más leve”). Como advierte John E. Jackson, Baudelaire retoma de Platón la intuición de que la Belleza es la llave de un infinito a la vez entrevisto e inasequible.
(1.)  [ En el poema se oponen lo ascendente y el descenso (interrogación, afirmación, interrogante, etc.). Confluyen en la Belleza: el Cielo y el Infierno, los astros y las tinieblas, el bien y el crimen, la muerte y el nacimiento, la alegría y los desastres, la irresponsabilidad y el poder absoluto, el horror y el asesinato, la cobardía y la valentía, el sexo y la muerte, Eros y Thanatos. A los ojos del poeta, es, indiferentemente, Dios o Satán, Ángel o Diablo (“Sirena”). La Belleza genera y destruye el tiempo, simultáneamente. Aparece con forma de mujer (relación entre imágenes de tiempo, muerte y regeneración). Devuelve a los instantes su parte positiva, no importa su naturaleza mientras haga al universo "menos ruin y este tiempo más leve” ].

Pero mientras que en Platón, lo Bello coincide con lo Bueno (aquello que en griego se denomina el kallos kaghatos), en Baudelaire la cuestión de su origen destruye la dicotomía del Bien y del Mal, del Cielo y del Infierno, a la vez; porque la Belleza aparece más allá de toda dimensión ética y porque la indiferencia moral que su encarnación terrestre certifica el poso simultáneo a lo “bien hecho” y al “crimen”. Se ha destacar que una vez más, Baudelaire piensa la Belleza  bajo la forma de una figura femenina, y que es esta identificación la que le permite al poema insistir sobre su lado “satánico” de mujer fatal.



Himno a la belleza

¿Vienes del cielo profundo o surges del abismo,
Oh, Belleza? Tu mirada infernal y divina,
Vuelca confusamente el beneficio y el crimen,
Y se puede, por eso, compararte con el vino.

Tú contienes en tu mirada el ocaso y la aurora;
Tú esparces perfumes como una tarde
[tempestuosa;
Tus besos son un filtro y tu boca un ánfora
Que tornan al héroe flojo y al niño valiente.

¿Surges tú del abismo negro o desciendes de
[los astros?
El Destino encantado sigue tus faldas como un
[perro;
Tú siembras al azar la alegría y los desastres,
Y gobiernas todo y no respondes de nada,

Tú marchas sobre muertos, Belleza, de los que
[te burlas;
De tus joyas el Horror no es lo menos
[encantador,
Y la Muerte, entre tus más caros dijes,
Sobre tu vientre orgulloso danza amorosamente.

El efímero deslumbrado marcha hacia ti,
[candela,
Crepita, arde y dice: ¡Bendigamos esta
[antorcha!
El enamorado, jadeante, inclinado sobre su bella
Tiene el aspecto de un moribundo acariciando
[su tumba.

Que procedas del cielo o del infierno, qué
[importa,
¡Oh, Belleza! ¡monstruo enorme, horroroso,
[ingenuo!
Si tu mirada, tu sonrisa, tu pie me abren la
[puerta
De un infinito que amo y jamás he conocido?

De Satán o de Dios ¿qué importa? Ángel o
[Sirena,
¿Qué importa si, tornas —hada con ojos de
[terciopelo,
Ritmo, perfume, fulgor ¡oh, mi única reina!—
El universo menos horrible y los instantes
[menos pesados?